Siento, desde que tengo uso de razón, si alguna vez he tenido de eso, pues siempre lo dudo, una profunda fascinación por Frankenstein. Por su criatura, para ser más exactos. Me apasiona ese personaje en la película de James Whale y también en la novela de Mary Shelley, aunque disten el uno del otro. He de reconocer, que me producía terror, cuando yo era un niño, pero según pasaron los años, comencé a sentir una tremenda simpatía, ternura e incluso admiración por él, y más aún, al leer la novela. Los humanos con apariencia normal, una vez más, son lo peor; no los monstruos.
Esto es diseñar un personaje.
Y por supuesto, siempre he admirado a Boris Karloff
Incluso atesoro algunas figuras de Frankenstein:
Y camisetas:
Hace unos días, buscando cosas relacionadas con Frankenstein en Ebay, me quedé pasmado, boquiabierto, mudo y además, estupefacto, si es posible que todo esto no sea una redundancia. ¡Una figura-estatua de Frankenstein a tamaño natural, es decir, unos dos metros de altura! ¡Genial! Era ideal para presidir una zona del salón o incluso de mi dormitorio. Pocas cosas he visto últimamente, que me apasionen tanto. El problema era el precio: 3.200 dólares, más 700 de gastos de envío, desde Los Angeles.
Estaba claro que era para mí. Cualquiera, en su sano juicio, se daría cuenta de que era para mí y para nadie más. Si algo necesitaba en estos momentos para subsistir y sentir algo parecido a la felicidad, era tener esa estatua de Frankenstein en mi abarrotada casa.
El problema, era que no solo no me lo podía permitir, si no que dudaba de encontrar un hueco en casa donde colocarlo. Por lo tanto, hice lo que haría cualquier persona sensata, en mi situación, corrí a por un par de combinaciones de la lotería primitiva, con la absoluta convicción de que en los dos días que quedaban para que finalizara la venta de la estatua de Frankenstein, me llevaría un premio gordo que me permitiría, no solo llegar a tiempo para hacer mi ansiada compra, además, me compraría una espaciosa y preciosa casa, llena de color, donde encontraría mil huecos donde colocar esa belleza. ¡Ya podía ver esa casa y ese magnífico Frankenstein creado solo para mí, habitando en ella. Incluso le haría un altarcillo, con velas y flores. Margaritas (tenían que ser margaritas).
Me pasé dos días obsesionado y consultando Ebay cada diez minutos. No podía comprender como nadie lo compraba. Tenía que haber gente que sintiera mi misma admiración y además, una mayor cuenta bancaria y mayor casa también. Obviamente, no lo compraba nadie por que estaba destinado a ser mío. Pero horas antes de que finalizara el plazo de venta, encontré un aviso por el que se me comunicaba que ya había finalizado. Fue como un mazazo. Alguien lo había comprado. No lo había conseguido. Decidí que no lloraría, ni me derrumbaría. Seguiría viviendo. Bajé corriendo a la calle, al establecimiento de lotería a comprobar la cuantía de mi fortuna y dispuesto a cobrarla lo antes posible. No había tenido suerte con el Frankenstein, pero la tendría con lo de mi nueva casa. Eso me consolaría y... ¡¡¡Y una mierda!!!! ¡Ni un triste euro! No sirven de nada todas las amenazas que mi hermano Oliver y yo, le hacemos continuamente a la mujer empleada del establecimiento. Le insistimos cada semana, en romperle las piernas, si no nos da un boleto con premio, pero ella, detrás de la mampara blindada, se parte el culo de risa cada vez. ¡Todas las veces! Ella se ríe, mientras yo salgo siempre, profundamente decepcionado y al borde de las lágrimas.
¿Y por que parece que la lotería le toca siempre a los cabrones? Conozco a alguien muy malo, franquista, machista y cabrón que le ha tocado ya dos veces. Le ves al tío con su mercedes tan contento y se te revuelve todo por dentro. ¡No se lo merece!
¡Esta vida es muy ingrata y especialmente, con los pobres! De ricos afortunados y sin pasiones, está el mundo lleno. ¿Y por que el destino o la vida, pone en tu camino cosas que no te puedes permitir, aunque tú creas que fueron creadas para ti? Ese es otro inconmensurable misterio.
¡A mi, ya no me quedan lágrimas que derramar! Creo que me consolaré comprándome en Ebay, un pañuelo de calaveras de Alexander McQueen, que por el precio, debe de ser más falso que Judas, pero es lo que tiene, otra vez, ser un chiquillo pobre.
¿O puede que aún esté a tiempo de tener una oportunidad y comprarme la reproducción de dos metros, del Alien, que también he visto en Ebay? Y este.. ¡es aún más caro!
También podría quedar bien en mi nuevo y amplio dormitorio...
Y además, útil. Podría usarlo de galán de noche.
Ya veo ese pañuelo de McQueen, colgando de él.